martes, 21 de abril de 2020

DOCUMENTO DE MALINAS...Rcc/2

CONTEXTO ECLESIAL DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA

Una de las enmiendas más significativas que se hicieron en los esquemas preparatorios de la Constitución sobre la Iglesia en el Concilio Vaticano II, se refería al papel del Espíritu Santo. En La Constitución Lumen Gentium el día de Pentecostés se presenta como decisivo para la Iglesia, la cual tiene, en efecto, «acceso al Padre por medio de Cristo en el único Espíritu» (n- 4). 
Es el Espíritu el que asegura a la Iglesia «la unidad en la comunión y en el servicio» (ibidem, 4) y distribuye a los fieles las gracias necesarias para la renovación y el desarrollo de la Iglesia, porque el Espíritu es un don que se da siempre «en vista del bien común» (1 Cor 12, 7). Las gracias más sorprendentes como las más sencillas, se ajustan siempre a las necesidades de la Iglesia. El Papa Pablo VI se ha hecho eco de esta enseñanza en la audiencia general del 29 de noviembre de 1972: «La Iglesia necesita sentir de alguna forma, desde lo más profundo de sí misma, la voz suplicante del Espíritu Santo, que en nuestro interior ora con nosotros y para nosotros con «inefables gemidos» (Rom 8, 26)(4) . Durante la audiencia del 23 de mayo de 1973 volvió a tocar este tema: «Todos nosotros debemos abrirnos al soplo misterioso del Espíritu Santo»(5)  
Los que están comprometidos con la Renovación han experimentado los carismas de los que habla La Lumen Gentium y el soplo misterioso del Espíritu. Experimentan que han sido introducidos, como individuos y como comunidad, en una relación de fe personal con Dios, experiencia que engendra en ellos «un sentido más vivo de lo divino» (Gaudium et Spes, 7). 
Congreso de Jubileo Oro de la Renovación en Guayaquil-Ecuador.

El carácter especial de esta experiencia manifiesta la naturaleza eclesial de los carismas, que se relaciona, de una parte con las estructuras vivientes de la Iglesia y con su ministerio, de otra, con la experiencia individual de Dios. (6) 
Ésta es la razón por la que la Renovación ha reaccionado contra una atención excesiva prestada a la interioridad y a la subjetividad individuales. En términos sacramentales se puede decir que el movimiento carismático se funda sobre la renovación de lo que nos constituye en Iglesia, es decir, los «sacramentos de la iniciación cristiana»: bautismo, confirmación y eucaristía.(7) El Espíritu Santo, recibido en la iniciación, es acogido de manera más profunda tanto a nivel personal como comunitario, de forma que una «metanoia» (conversión) continua se opera a lo largo de la vida cristiana. 
La experiencia que está en la base de la Renovación comienza por un «ver y oír» (Hech 2, 33; 1 Jn 1, 1-3) y se comunica a un grupo o a una persona, por una fe que rinde testimonio del señorío de Cristo por el poder del Espíritu. Cuando leemos en los Hechos que los que escucharon la predicación de Pedro «sintieron el corazón traspasado», el autor ha querido decir que fueron tocados en todo su ser: cuerpo, espíritu, inteligencia, afectividad, voluntad, por la palabra carismática del apóstol. 
Nosotros entendemos por «carisma» un don interior, una aptitud liberada por el Espíritu, revestida de fuerza por Él y puesta al servicio de la edificación del Cuerpo de Cristo. Cada cristiano posee uno o varios carismas que sirven para el ordenamiento y el ministerio de la Iglesia; estos forman parte integrante de la vida eclesial, pero deben estar sostenidos por una realidad más fundamental: el amor de Dios y del prójimo (1 Cor 13). Este amor-caridad da valor a todo ministerio; sin él los carismas estarían «vacíos». 

La Renovación Carismática no pretende promover una vuelta simplista, desprovista de todo sentido histórico, a una Iglesia neotestamentaria idealizada. Reconoce, sin embargo, el papel único de las comunidades del Nuevo Testamento y pretende continuar en la tradición que llama a todos los hombres a la conversión y al Reino. Cualesquiera hayan sido las formas anteriores de renovación, la «Renovación Carismática» de la que hablamos quiere situarse en la tradición católica, originada por la palabra de los profetas y de los apóstoles de la Iglesia primitiva, el testimonio de los mártires, la predicación de las órdenes religiosas de la Edad Media, los ejercicios espirituales de san Ignacio, la práctica de las misiones parroquiales, el movimiento litúrgico y otros «movimientos» apostólicos y espirituales. Aunque se distingue de ellos por algunos acentos que le son propios la Renovación Carismática pretende también lanzar a todos los hombres la misma llamada a la conversión y liberar al «creyente incrédulo», cautivo sin que lo sepa de un ateísmo del alma y del corazón. 

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