0. LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
4 1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar
por Él son liberados
-
de la tristeza,
-
del vacío interior,
-
del aislamiento.
4 Con Jesucristo
siempre nace y renace la alegría.
4 En esta Exhortación quiero dirigirme a los
fieles cristianos para
§ invitarlos a una nueva etapa
evangelizadora marcada por esa alegría, e
§ indicar caminos para la marcha de la
Iglesia en los próximos años.
I. ALEGRÍA QUE SE RENUEVA
Y SE COMUNICA
& 2. El gran riesgo del mundo actual,
con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota
-
del corazón cómodo y avaro,
-
de la búsqueda enfermiza de
placeres superficiales,
-
de la conciencia aislada.
4 Cuando la vida interior se clausura en los
propios intereses,
-
ya no hay espacio para los demás,
-
ya no entran los pobres,
-
ya no se escucha la voz de Dios,
-
ya no se goza la dulce alegría de su amor,
-
ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
4 Los creyentes
también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se
convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción
de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es
la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
INVITACIÓN DEL PAPA FRANCISCO
& 3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar
y situación en que se encuentre,
S a renovar ahora mismo su encuentro personal con
Jesucristo o, al menos,
S a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de
intentarlo cada día sin descanso.
4 No hay razón para
que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda
excluido de la alegría reportada por el Señor»[1].
4 Al que arriesga, el
Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre
que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos.
4 Éste es el momento
para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor,
pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito.
Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace
tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!
4 Insisto una vez más:
Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de
acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete»
(Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete.
4 Nos vuelve a cargar
sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos
otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y
volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede
devolvernos la alegría.
4 No huyamos de la
resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que
nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!
Continuará...
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