Esta presentación solo quiere ser un homenaje a mi Madre la Santísima Virgen María. Este contenido está tomado de la Constitución Dogmática Lumen Gentium (Luz de las Naciones) del Concilio Vaticano II. Tenga presente esto, cuanto más conozco a alguien, más lo puedo amar. Le invito a conocer cuales son las funciones de la Maternidad de La Virgen María, y cuales son sus deberes devocionales para con ella.
LA VIRGEN
MARÍA, MADRE DE DIOS,
EN EL MISTERIO DE CRISTO
Y DE LA IGLESIA
I.
Introducción
® 52. Queriendo Dios,
infinitamente sabio y misericordioso, llevar a cabo la redención del mundo, «al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo,
nacido de mujer, ... para que recibiésemos la adopción de hijos»
(Ga 4, 4-5).
«El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación,
descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen
María».
® Este misterio divino de la
salvación nos es revelado y se continúa en la Iglesia, que fue fundada por el
Señor como cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en
comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria «en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre
de nuestro Dios y Señor Jesucristo»
® 53. La Virgen María, que al
anuncio del ángel recibió al Verbo de Dios en su alma y en su cuerpo y dio la
Vida al mundo, es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del
Redentor.
® Redimida de modo eminente,
en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un vínculo estrecho e
indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la
Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan
extraordinaria aventaja con creces a todas las otras criaturas, celestiales y
terrenas.
® Pero a la vez está unida,
en la estirpe de Adán, con todos los hombres que necesitan de la salvación; y
no sólo eso, «sino que es verdadera madre de los miembros (de Cristo)..., por
haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son
miembros de aquella Cabeza».
® Por ese motivo es también
proclamada como miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia y
como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad, y a
quien la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, venera, como a
madre amantísima, con afecto de piedad filial,
® 54. Por eso, el sagrado
Concilio, al exponer la doctrina
sobre la Iglesia, en la que el divino Redentor obra la salvación, se
propone explicar cuidadosamente tanto
-
la función de la Santísima Virgen en el misterio del Verbo encarnado y
del Cuerpo místico cuanto
-
los deberes
de los hombres redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los
hombres, especialmente de los fieles,
-
sin tener la intención de proponer una doctrina completa
sobre María ni resolver las cuestiones que aún no ha dilucidado plenamente la
investigación de los teólogos.
® Así, pues, siguen
conservando sus derechos las opiniones que en las escuelas católicas se
proponen libremente acerca de aquella que, después de Cristo, ocupa en la santa
Iglesia el lugar más alto y a la vez el más próximo a nosotros.
II. Función de la Santísima
Virgen en la (Actividad) de
la salvación de Jesús
I 55. Los libros del Antiguo
y del Nuevo Testamento y la Tradición venerable manifiestan de un modo cada vez
más claro la función de la Madre del
Salvador en la economía de la salvación y vienen como a ponerla delante
de los ojos.
I En efecto, los libros
del Antiguo Testamento narran la historia de la salvación, en la que paso a
paso se prepara la venida de Cristo al mundo Estos primeros documentos, tal
como se leen en la Iglesia y tal como se interpretan a la luz de una revelación
ulterior y plena, evidencian poco a poco, de una forma cada vez más clara,
Primer servicio:
la figura de la mujer
Madre del
Redentor.
Escogida-elegida (Jn 15,16; 1Jn 4,10)
S Bajo esta luz aparece ya
proféticamente bosquejada en la promesa de victoria sobre la serpiente, hecha a
los primeros padres caídos en pecado (cf.
Gen 3, 15).
S Asimismo, ella es la Virgen
que concebirá y dará a luz un Hijo, que se llamará Emmanuel (cf. Is 7,14; Mi 5, 2-3; Mt 1, 22-23).
S Ella sobresale entre los
humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de El la
salvación.
S Finalmente, con ella misma,
Hija excelsa de Sión, tras la prolongada espera de la promesa, se cumple la
plenitud de los tiempos y se instaura la nueva economía, al tomar de ella la
naturaleza humana el Hijo de Dios, a fin de librar al hombre del pecado
mediante los misterios de su humanidad.
I 56. Pero el Padre de la
misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la Madre predestinada, para que de esta
manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese
a la vida.
I Lo cual se cumple de modo
eminentísimo en la Madre de Jesús por
haber dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber
sido adornada por Dios con los dones dignos de un oficio tan grande.
I Por lo que nada tiene de extraño que entre los Santos Padres
prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e
inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura por
el Espíritu Santo.
2. LA OB-EDIENCIA A
LA VOLUNTAD DE DIOS
Discípula
I Enriquecida desde el primer
instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente
singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de la
Anunciación como «llena de gracia»
(cf. Lc 1, 28), a la vez que ella responde al mensajero celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra» (Lc 1, 38).
I Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al
abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad
salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y
a la obra de su Hijo, sirviendo con
diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios
omnipotente.
I Con razón, pues, piensan
los Santos Padres que María no fue un
instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la
salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo,
«obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí
misma y para todo el género humano» .
I Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que
«el nudo de la
desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por
la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su
fe» ; y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los
vivientes», afirmando aún con mayor frecuencia que «la
muerte vino por Eva, la vida por María» [180].
3. APOSTOL
ENVIADA-SALE
I 57. Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación
se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su
muerte.
S En primer lugar, cuando María, poniéndose con presteza en camino
para
visitar a Isabel, fue
proclamada por esta bienaventurada a causa de su fe en la salvación prometida,
a la vez que el Precursor saltó de gozo en el seno de su madre (cf. Lc 1,
41-45);
S y en el nacimiento, cuando la Madre de Dios, llena de
gozo, presentó a los pastores y a los Magos a su Hijo primogénito, que, lejos
de menoscabar, consagró su integridad virginal.
S Y cuando hecha la ofrenda
propia de los pobres lo presentó al
Señor en el templo y oyó profetizar a Simeón que el Hijo sería signo de
contradicción y que una espada atravesaría el alma de la Madre, para que se
descubran los pensamientos de muchos corazones (cf. Lc 2, 34-35).
S Después de haber perdido al
Niño Jesús y haberlo buscado con angustia, sus padres lo encontraron en el templo, ocupado en las cosas de su Padre, y no
entendieron la respuesta del Hijo. Pero su Madre conservaba todo esto en su
corazón para meditarlo (cf. Lc 2, 41-51).
4. INTERCESORA
orden de la humanidadS 58. En la vida pública de
Jesús aparece reveladoramente su Madre ya desde el principio , cuando en las bodas de Caná de Galilea, movida a misericordia, suscitó con su intercesión
el comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cf. Jn 2, 1-11).
S A lo largo de su
predicación acogió las palabras con que su Hijo, exaltando el reino por encima
de las condiciones y lazos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados
(cf. Mc 3, 35; Lc 11, 27-28) a los que escuchan y guardan la palabra de Dios,
como ella lo hacía fielmente (cf. Lc 2, 29 y 51).
S Así avanzó también la
Santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con
el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no
sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19, 25), sufriendo
profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su
sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que
ella misma había engendrado; y,
5. MADRE DE LA FE
Para los discípulos
S finalmente, fue dada por el
mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas
palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo» (cf. Jn 19,26-27)
[182].
S 59. Por no haber querido
Dios manifestar solemnemente el misterio de la salvación humana antes de
derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos que los Apóstoles, antes del
día de Pentecostés,
«perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste» (Hch 1, 14), y que también María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación ya la había cubierto a ella con su sombra.
«perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste» (Hch 1, 14), y que también María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación ya la había cubierto a ella con su sombra.
6. LA ESPERANZA
S Finalmente, la Virgen
Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original [183], terminado
el decurso de su vida terrena,
fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial [184] y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte.
fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial [184] y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte.
Hasta aquí el Concilio Vaticano Segundo nos presentó la actividad de la Virgen María junto a la acción Salvadora de su Hijo Jesús... ella no salva, pero es protagonista en la obra de la salvación, liberación, restauración de la humanidad.
Ruega por nosotros santa madre de Dios... para que seamos dignos de alcanzar las promesa y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
ESPERE:
En una próxima publicación: a la Santísima Virgen María y la Iglesia (Comunidad de Creyentes).
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