AL BAUTISMO
V 1. Pronunciada
en Jerusalén, contiene una introducción a los que se aproximan al bautismo. El
punto de partida es Is 1,16: "Lavaos, purificaos, quitad de delante
de mis ojos las fechorias de vuestras almas"1.
·
(1) Por estas palabras
introductorias y por el contenido mismo, se observa que la presente catequesis
es una invitación al bautismo.
Dios os aguarda
V Sois
ya discípulos de la nueva Alianza y partícipes de los misterios de Cristo,
ahora por vocación, pero dentro de poco también como un don: haceos
un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 18,31b) para que
se alegren los moradores del cielo. Pues si, como dice el evangelio, «habrá
alegría por un solo pecador que se convierte» (Lc 15,31), ¿cuánto más no moverá a la alegría a los
habitantes del cielo la salvación de tantas almas? Habiendo entrado por
un camino ancho y hermoso, recorred cautelosamente la senda de la piedad.
V Pues
el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y
señala: «Venid todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré» (4.
Mt 11,28). Los que lleváis el pernicioso vestido de vuestras ofensas y estáis oprimidos
por las cadenas de vuestros pecados, escuchad la voz del profeta que dice: «Lavaos,
purificaos, quitad de delante de mis ojos las maldades de vuestra alma» (Is
1,16), de modo que os aclame el coro de los ángeles: «Dichoso el que es perdonado de
su culpa, y le queda cubierto su pecado». (Sal 32,1) Se
trata de un característico salmo penitencial.
V Los
que habéis encendido hace poco por primera vez las lámparas de la fe2, sostenedlas en las manos
sin que se apaguen, para que aquel que en otro tiempo abrió por la fe el paraíso
al ladrón en este santísimo monte del Gólgota (Cf Lc 23,43) os conceda también a vosotros cantar el
cántico nupcial.
·
(2)
Procat., 1, ya señalaba: «Tened en las manos las lámparas para ir a buscar a la
esposa». A ese mismo hecho hace alusión otra vez la presente catequesis; los
catecúmenos que en breve habrían de recibir el bautismo llevaban lámparas
encendidas.
Nuevo nacimiento desde
el pecado al hombre nuevo
V 2.
Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la
regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta
servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor será
juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial.
V Desvestíos
por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las
concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por
el conocimiento de aquel que le creó (Cf
Ef 4,22-25; Col 3,10).
V Recibid
por la fe las arras del Espíritu (Cf 2Cor
5,5) para que podáis ser recibidos en las moradas eternas (Cf Lc 16,9). Acercaos (a recibir) el
sello espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro
dueño.
V Seréis
contados en la santa y fiel grey de Cristo a fin de que, como en otro tiempo
fuisteis separados a su derecha, ahora consigáis la vida eterna que se os ha
preparado. Quienes sufren todavía la aspereza de su pecados (como la de una
piel con vello), se quedarán en pie a la izquierda, puesto que todavía no han
tenido acceso a la gracia de Dios, que se da por medio de Cristo en el
lavatorio de la regeneración.
V Pero
no me refiero a la regeneración de los cuerpos, sino al nuevo nacimiento del
alma por el Espíritu. Pues los cuerpos son engendrados por padres visibles,
pero las almas vuelven a nacer de nuevo por la fe; ya que «el Espíritu sopla donde quiere»
(Jn 3,8)3. Si se te
considera digno, te será licito oír: «Bien, siervo bueno y fiel» (Mt
25,21), lo que sucederá cuando tu conciencia no te pueda acusar en absoluto de
simulación.
·
(3). En las frecuentes alusiones
concretas, ahora a Jn 3,8, pero constantemente con la mención del nuevo
nacimiento, etc., se ve toda la influencia de Jn 3,1-21, conversación de Jesús
con Nicodemo, en las catequesis de Cirilo. En el fondo se da a entender con
ello la idea frecuentísima en la catequesis patrística de que por la fe y el
bautismo el hombre es engendrado de nuevo: la iniciación cristiana como
creación de una humanidad nueva.
Aprestarse a escuchar a
Dios
V 3. GRACIA/ESFUERZO:
Si alguno de los que están aquí cree que podrá tentar a la gracia de Dios, se
engaña a sí mismo e ignora la fuerza de las cosas. Ten, hombre, un ánimo
sincero y libre de engaño por causa de aquel que escruta corazones y entrañas (cf. Sal 7,10; Jer 11,20).
V Quienes
hacen alistamientos de soldados, examinan la edad y los cuerpos; así, cuando
Dios hace un alistamiento de las almas, examina las voluntades y, si alguien
vive en la hipocresía, lo rechaza por inadecuado para una verdadera milicia.
Pero si lo encuentra digno, le otorga su gracia de manera muy rápida. No da lo
santo a los perros (cf. Mt 7,6),
sino que, cuando ve una conciencia honesta, le confiere el sello saludable y
admirable temido por los demonios y que reconocen los ángeles; de manera que
aquellos huyen expulsados, pero éstos lo abrazan como por un parentesco
familiar.
V Por
consiguiente, quienes reciben aquel sello espiritual y saludable, es necesario
que se esfuercen también personalmente. Del mismo modo que quienes se sirven de
una pluma para escribir o de una flecha también tienen que esforzarse, asimismo
la gracia necesita del esfuerzo de los que creen.
Del catecumenado a los
frutos de la fe
V 4. No recibes armas corruptibles
sino espirituales. Serás introducido en un paraíso racional,
recibiendo un nuevo nombre que antes no tenías (probable alusión a Apoc
2,7b,17c).
V Antes
eras catecúmeno, ahora serás llamado fiel. Eres trasplantado a buenos olivares,
desde un olivo silvestre a un buen olivo (cf.
Rom 11,24); de los pecados a la justicia, de la suciedad a la pureza. Eres
hecho partícipe de una vid santa: si permaneces en la miel, crecerás como un
sarmiento fructífero; pero si no permaneces, serás consumido por el fuego. Así
pues, produzcamos fruto dignamente.
V Que
no nos suceda lo mismo que a aquella vid infructuosa, no sea que, al venir
Jesús, la maldiga por su esterilidad (cf. Mt 21,10). Que todos puedan, en
cambio, pronunciar estas palabras. «Pero yo, como verde olivo en la casa de
Dios, confio en el amor de Dios para siempre jamás» (Sal 52,10). No se
trata de un olivo sensible, sino inteligible, portador de la luz. Lo propio de
él es plantar y regar (cf. tal vez 1 Cor 3,6); pero a ti te corresponde aportar
el fruto. Por ello, no desprecies la gracia de Dios: guárdala piadosamente
cuando la recibas.
Reconocer los pecados para
cambiar de vida
V 5. El tiempo presente es tiempo
de confesión. Confiesa todo lo que hiciste, de palabra o de obra,
tanto de noche como de día. Reconócelo en el tiempo aceptable, y recibe el
tesoro celestial en el día de la salvación (cf.
2 Cor 6,12).
V Entra con interés en los
exorcismos. Sé asiduo a las catequesis y graba en tu memoria lo
que allí se diga. Pues no se hablará sólo para que lo oigas, sino para que
selles mediante la fe lo escuchado. Suprime de tu pensamiento toda preocupación
humana, pues se trata de una carrera con tu propia alma.
V Abandona completamente lo que es
del mundo. Pues se trata de cosas pequeñas; en cambio, son
grandes los dones del Señor. Abandona lo que tienes delante y ten fe en lo que
ha de venir. Tantos años has vivido inúltimente en la órbita del mundo. ¿No te dedicarás durante cuarenta días a la
oración por tu alma? «Rendíos y reconoced
que yo soy Dios», dice la Escritura (Sal 46,11).
V Deja
de hablar muchas cosas inútiles y deja de murmurar o de escuchar con agrado a
quien murmura. Manifiéstate más bien pronto y dispuesto a la súplica. Muestra,
por la práctica de una vida más austera, la fortaleza y los nervios de tu alma.
V Limpia
tu copa (cf. Mt 23, 26) para que
quepa en ella una gracia más abundante; pues el perdón de los pecados se da a
todos por igual pero la comunión del Espíritu Santo se concede según la medida
de la fe de cada uno (Rm 12,6). Si
poco trabajas, recibirás poco; pero si haces mucho, mucha será tu paga. Corres
para ti mismo, mira tu propia conveniencia.
Perdón de los demás y
fidelidad en la asistencia a las asambleas
V 6. Si tienes algo contra alguien,
perdónale. Vas a recibir el perdón de los pecados: es
necesario que también tú perdones a quien pecó contra ti. De otro modo, ¿cómo te atreverías a decirle al Señor:
Perdóname mis muchos pecados cuando tú ni siquiera unas pocas cosas perdonas a
quien es consiervo tuyo (Mt 18,23-35)?
V Manifiesta
interés en las sinaxis, y no sólo ahora cuando los miembros del clero te exigen
ese interés, sino también una vez que hayas recibido la gracia. Pues si ello es
bueno y laudable antes de que la recibas, ¿dejará
de ser bueno después de que se haya otorgado?
V Si
antes de que estuvieses injertado había que regarte y cuidarte con esmero, ¿no era esto mucho mejor una vez plantado?
Sostén el combate por tu propia alma, sobre todo en estos días. Alimenta tu
alma con la lectura espiritual, pues un banquete espiritual te ha preparado el
Señor.
Di tú también con el salmista: «El Señor es mi pastor, nada me faltará: él
me ha colocado en la tienda, en el aprisco. Hacia las aguas de reposo me
conduce, y conforta mi alma» (Sal 23, 1-3).
V Con
ello se alegrarán a la vez los ángeles y el mismo Cristo, el gran sumo
sacerdote, viendo confirmado el propósito de vuestra voluntad, ofreciéndoos él
también a todos vosotros, dirá al Padre: «Henos aquí a mí y a los hijos que Dios me
ha dado» (Is 8,18 y Hebr 2,13), y os custodiará a todos vosotros como
agradables a él. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
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